jueves, 5 de enero de 2012

Postal de Cumpleaños

Lector ajeno: La entrada de blog que aquí abajo aparece es lo que yo regalo en ocasiones particulares. Estará repleto de referencias familiares, (incipientes puteríos y futuras quejas a mi persona) y de cursilerías casi innecesarias. Por lo tanto, ante el presente escrito, queda usted avisado y salvaguardado de su exclusividad. Sin otro particular, me despido atte: El Brunito.

Algunas familias forman paisajes. No serán grandes cascadas, ni centenares de robles, pero sí son sonrisas pícaras, vasos huérfanos y muchas miradas.
Uno de esos parajes, sino el mejor, son los cumpleaños. Siempre más de diez personas, en mi familia, reunidas en un habitáculo, comiendo y de tertulia. Un miércoles cumplió una de mis tías, Lidu.

   Durante el 2011, en mis estudios, me dieron la oportunidad de describir un evento social conocido: elegí un cumpleaños de nueve. Ahora no me dan oportunidad, sino que cariñosamente voy a describir uno de ocho: pueden ser 58, 68, 78... o bien 18.

   Hay que blanquear un poco el panorama. A mi tía Lidu no he tenido la oportunidad de verla muchas veces, ni de charlar con ella más de los conocidos como te va en la facultad, cuando te volvés y si te gusta la torta. Sin embargo, ella como yo compartimos algo puntual e inesquivable: la vida nos llevo a los Donatti. Una familia colorida y bochinchera (palabras que sólo recurren a mí cuando hablo de ellos), con mil historias , con cambios, con mudanzas y las historias de miseria más fuertes que supe oír. Ellos nos rodean, a Lidu y a mí, mientras cantamos el feliz cumpleaños, de cara a una mil hojas.

   Hay chicos, de ojitos chinos y de faroles sin luz, unos son saltarines y otros tranquilos. Hay muchachos que participan hablando o estando (o comiendo), que se ríen y que miran, que se dejan sacar fotos o que las odian. Y hay madres, hay tías, todas a la mesa, mirándonos y sonriendo. Pensando quizás cuánto pasó el tiempo, cuánto nos ha crecido el pelo, y que astucia (o boludismo) nos ataca. Intentando de rellenar el espacio entre el piojo con pañales y quién ahora le ofrece gaseosa.

    Hablamos de la familia, de quién no llama a quién hace no sé cuánto, de quién apareció dónde, de lo que está estudiando tal, y de lo que trabaja cual. De hábitos nuevos o abandonados. Hablamos de tiempos que pasaron. Alguien dice algo de los brownies. Una ofrece café y otra te pasa el azúcar. Manos que van y vienen, risas estruendosas y Lidu mirando todo con gracia. Participamos, gritamos y nos reimos de las bromas.

   Mi madre, oportuna y en público, me propone escribir una crónica del cumpleaños. Todos escuchan y preguntan. Yo explico que escribo, que mi blog es nuevo, y cosas no muy importantes. la Tía C se queja, otras me animan, otros se preguntan entre ellos que si escribo y se cuentan. Yo los miro, sonrío y ya termino de armar la idea.

   Pasan las tortas, los sanguches de miga, pasa la gaseosa y la velita. Una primita atacándome de cosquillas y contagiando su risa pegajosa. Otra (a quién recién conozco) con sus gestos y comentarios sorprendentes. Más primos jugando lejos de la mesa, matándose de risa, pegándose pelotazos. Ahi estamos, en ese huracán de fiesta, hablando fuerte de cosas de todas las importancias, pero aún haciendo algo que no podemos evitar:

Siendo una familia.


Feliz cumpleaños, tía.



















1 comentario:

  1. Que buno Bruno!!! Me encantó!! hermoso regalo para la tía.

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