lunes, 23 de enero de 2012

Durante varios segundos



Se le empañan los lentes cada vez que lo hace. La taza golpea la mesa, y la lapicera sus lentes. Un golpeteo plástico y repetitivo. Tac, tac, tac, tac. Pensá, pensá, pensá, pensá.


La hoja en blanco la saluda inocente, como preguntándole qué va a escribir. A ella le da vergüenza responder un tonto "no sé". La mira con cariño: es que ella y el silencio se conocen hace mucho. Ella y el blanco. Ella y el espacio.


Roza con un dedo el granulado del papel. Ahi está, es real. "Ella es real", piensa el papel. Hace mucho no se ven, pero sienten que nunca se separaron.


El olor a uva artificial se escapa del sobrecito junto a la lámpara. Extiende sus manos, que el envoltorio ve como tentáculos enormes color café. Los dedos preceden al ruido áspero pero placentero. Saca un chicle. lo desenvuelve de nuevo, y lo lanza al aire. Lo espera en caída y lo atrapa con la boca. Satisfacción.


Mira su hogar. Las hojas, las tazas vacías, el olor potente a café y a sahumerio, las lámparas, las persianas cortando la luz. El desorden, el marco de sus lentes negros, sus manos ásperas pero agradables, la cama, la computadora sobre la mesa de junto. La lapicera y el silencio.

Todo eso ve ella, y se siente acompañada.


Todo eso que ve está vivo,


Todos te sonreimos.

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