miércoles, 28 de diciembre de 2011

Aquí le escribo.

      
         "Yo vivo en un lugar donde las historias nunca tienen final" decía Ramiro. Un muchacho muy alto y pintón, amigo de años. De vez en cuando tenía destellos de lucidez, pero no se apartaban mucho de dos o tres arrebatos y argumentos gritados con fuerza. Lo que siempre sonaba coherente, lo que siempre decía tranquilo, era esa frase. Yo vivo en un lugar donde las historias nunca tienen final. Nos gustaba oír eso y le sonreíamos.


         Todo parecía ir bien. Tuve suerte con un pequeño negocio de venta de productos para computadora y la plata fluía. Alcanzaba para salir a comer de tanto en tanto con Romina, y para comprarme un libro de vez en cuando, en las ventas de piso fuera de la facultad de humanidades. Ese día volvía con uno de García Márquez. "El Coronel No Tiene Quién Le Escriba", recomendado por Ramiro. Eran ya dos años, o tres, los que pasaban sin verlo. Las distancias me alejaron de la isla y allá lo dejé. El se volvió porque tuvo qué: su familia estaba muy mal en muchos sentidos y estar tan lejos no le servía a nadie. A nadie más que a mí.


         Lo último que supe de él es que estaba de novio con una piba que iba conmigo a la secundaria. Daniela. Que eran felices y ya estaban viviendo juntos en una casillita, lejos del centro y cerca del aeropuerto. El trabajando en una fábrica, y Daniela en un negocio de ropa. Les iba tan bien como a mí. Me tranquilizaba y los calores de la vida nueva en el norte me distrajeron de él.

        Llegué ese 5 de Abril a mi edificio y en la puerta estaba Ramiro, parado, esperando y mirando para arriba, viendo si me asomaba por el balcón. -¡Eu! - Le dije yo, giró y me sonrió. Nos saludamos después de tanto y lo invité a pasar. Le pregunté qué hacía ahí, cuánto llevaba, dónde se estaba quedando, dónde estaba Daniela y cómo estaban sus viejos. Me dijo que toda la información me iba a costar una docena de facturas, que tuvimos que bajar a comprar. -Tremendo libro- señalando el finito que llevaba bajo el brazo.


      -No estoy de vacaciones- me dijo, ansioso - Estoy queriendo levantar un negocio que no quiero hacer sin vos - Me sentí bien. Me contó del emprendimiento ambicioso. Quería abrir un estudio de grabación profesional y, si todo iba bien, formar una disquera independiente. Algo que siempre imaginamos sería genial, pero nunca pasó el escalón de Sueño. - Mi cuñado es sonidista recibido, y Daniela trabaja con una piba casada con el hermano del guitarrista de Incubus - me comentó - Mike Einziger. El loco está re copado con la idea. No habla una bosta de español, pero la mujer no va a tener problemas para traducir ¡Se dio todo para que lo hagamos!¡De una puta vez, boludo!-


      Tuve la sensación más similar a una implosión. No podía creer que un músico de magnitud nos escuchara a nosotros, unos flacos nacidos en una islita abandonada, para formar nuestro sueño. Todo estaba dicho, así que el Si más chiquito que le di, ocupaba mi departamento entero, baño incluido. Pasaron un par de semanas y Ramiro se mudó cerca de casa. Un par de semanas más y comenzamos con todo. Alquilamos el local, lo transformamos en un salón acústico tremendo. Ramiro se paraba adentro y cantaba Painkiller a los gritos. Yo, parado afuera de la sala, lo veia desarmarse colorado sin emitir un ruido. Compramos los equipos y repartimos todos los gastos entre Ramiro, Mike y yo. Si, nos dió un montón de dólares: estaba copado de verdad.


      Yo, con cada tiempo que tenía libre, avanzaba unas dos o tres hojas del libro. Luego, volvía a la labor. Conocimos varias bandas locales que sonaban genial, y se sumaron a la idea. Entraba y salía gente de la sala. Se escuchaba Rock, Metal, Reggaeton, Boleros, todo. Estabamos encantados. Yo ya pensaba en abrir un local de venta de artículos de sonido. Las oportunidades brotaban.


       Quedamos que un 5 de Abril íbamos a juntarnos con Mike y con Ramiro en la sala, por primera vez los tres, para debatir el nombre de la disquera. "Tengo un nombre genial" me decía siempre Ramiro. "A Maiquecito (Mike) le va a encantar, vas a ver". Ese día llegué primero. Acomodé todo, llevé una pastafrola y con Romi prendimos una tele que pudimos comprar hacía algunas semanas. La hora estipulada era a las 6 p.m.


      Nosotros llegamos a las cuatro y ya a las cinco estábamos listos. En canal Fox pasaban Virgen a los 40, otra vez, así que nos dedicamos a reirnos del griterío que armaba Steve Carrell cuando lo depilaba la china. No aguantaba la ansiedad, volqué dos o tres veces el mate y llené el piso de migas de pastafrola. Me llamó Ramiro para decirme que estaba en camino, que venía lo más rápido que podía. Cinco y media y el celular sonó de nuevo, esta vez el número tenía la característica de California. - Mike tuvo un problema antes de tomar el vuelo. El baterista de la banda, José, tuvo un incendio en su casa y su hija quedó herida. Ambos están bien, pero Mike no quiso irse cuando un amigo de años está en esa situación. La semana entrante estaría viajando para allá- me dijo su mujer, en un castellano raro. Le dije que no había ningún problema, que lo entendía.
      
      Se hicieron las las seis y media. Ramiro no llegaba y no contestaba el celular. a las siete llamé a Daniela. Atendió. Ella lloraba y no podía casi hablar. Corté el teléfono.


      El velatorio fue a cajón cerrado. Fue un impacto muy fuerte y Ramiro no llevaba el cinturón. No recuerdo mucho de eso, solo el verde del cementerio y el negro del gentío. Volvimos al departamento. Las cajas apiladas, los plásticos, el tergopol, todo estaba obstruyendo la vista. Destruido y algo mareado de tanto llorar, me senté a terminar el libro. Un simbolismo imbécil, pero siempre fui de practicarlos. Leí la última página.




"—Contéstame.
         El coronel no supo si había oído esa palabra antes o después del sueño. Estaba amaneciendo. La ventana se recortaba en la claridad verde del domingo. Pensó que tenía fiebre. Le ardían los ojos y tuvo que hacer un gran esfuerzo para recobrar la lucidez.
         —Qué se puede hacer si no se puede vender nada —repitió la mujer.
         —Entonces ya será veinte de enero —dijo el coronel, perfectamente consciente—. El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde.
         —Si el gallo gana —dijo la mujer—. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo puede perder.
         —Es un gallo que no puede perder.
         —Pero suponte que pierda.
         —Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel.
         La mujer se desesperó.
         —Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos.
         El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder.
         — Mierda.


París, enero de 1957."



sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidad.

Es navidad. La navidad es un símbolo, es decimos mientras comemos un lechoncito: "es un símbolo, una excusa para reunirnos". Yo soy el menor y tengo veinte años, por lo que las coartadas de un panzón que no paga impuestos ni aporta a la AFIP no son necesarias.

No lo decimos con un profundo sentimiento de creencia. Es verdad, estamos comiendo bien vestido donde comemos siempre. Es como el cumpleaños de todos, es como un año nuevo menos importante, algo así como un "guarda que vengo" del 2012, en este caso.

Tengo planes. Me conecto un segundo a saludar a todos, porque es una fecha donde todos ablandan y se tratan bien entre sí. O por lo menos se esfuerzan por intentarlo. La Navidad es un momento en que me siento más en comunión con la sociedad. Creo que no hay que pensar en el pasado y revalorar a las personas una vez al año, sino todo el tiempo. Justo hoy, lo hacemos todos a la vez. Es como un fantástico "prende y apaga".

A Fran se le desocupa la casa (es decir, el único que queda ocupándola es él) y hace una invitación universal. Voy a ir, voy a encontrarme con mucha gente que me va a decir lo largo que tengo el pelo, lo flaco que estoy solo por decir algo, aquellos que me preguntan como me va en el año, si cambiarme de carrera me sirvió, como estoy con las chicas, si de verdad estoy de novio, que de donde es, que si estudia lo mismo que yo, que como la conoci. Escuchar sus historias, reirme. Amarlos a todos. Paralelamente, todos van a estar presumiendo lo bien que se sienten de poder descontrolarse por fin en todo el año. Lo divertido que va a ser, anécdotas de borrachos, chistes que ya no me causan gracias, chistes que aún lo hacen, humor negro, preguntas estúpidas, música que no soporto, música que amo, charlas interesantes, recuerdos.

Los que se vayan a bailar a las tres de la madrugada desalojan la casa. Como no me expresé contra todos cuando alardeaban lo drogados o borrachos que querían estar y lo felices que los hace liberarse de cadenas de las cuales tienen llave, me van a invitar. Que dale, que vamos todos juntos, que no nos vamos a ver hasta dentro de mucho tiempo, que me voy a matar de risa, que somos todos amigos, que el boliche se re pone, que me pagan los tragos si voy. Me voy a negar y me van a burlar con amor: "Te hacés el difícil".

Creo que en este punto realmente soy difícil. Yo quiero estar despatarrado. Liberar mi mente y sonreír en paz. Entender que la gente que está conmigo está ahi porque valen. Abrazar gente que no espera abrazos. Servirles gaseosa. Cantarles alguna canción con la guitarra, bailar con ellos. Decirles algún cumplido disfrazado, para confundirlos.

Antes que sumirme en un gentío que ostenta su ropa, su forma de bailar descolocados, su conocimiento de la canción de turno, su ingenio para el levante al ras, su desempeño frente a un vaso con líquido colorido, su aversión a lo que yo llamo diversión:

Antes que todo eso, prefiero ser feliz...


Y cantar Oxysakre:



(No apto para gente que se alborota con la palabra "concha" sea cual sea su acepción)



viernes, 16 de diciembre de 2011

El Dany

Quizá es porque estoy lejos. Porque no lo veo hace unas cuantas semanas después de haberlo visto todos los días del año. Como sea, hoy se me ocurrió inaugurar una categoría nueva del blog: Personajes. Todas esas personas sacadas de cuento, esos tipos o tipas raras que aparecen de una forma casual, que se quedan grabadas en la memoria. Me gustaría empezar con quién compartió buena parte del año conmigo.

Dany: "El que vende panes rellenos en la entrada de la facu"

Varios rumbos de la vida me dejaron éste febrero en La Plata, donde ya llevo un año de estudios en la Comunicación Social. Hasta principios de este 2011, las personas que cruzaron más fuerte mi vida siempre fueron amigos de mi edad o jóvenes inspiradores: quizá algún amigo de mis hermanos, alguna figura pública. Lo que sea. Pero todo siempre cambia.

Ya llevaba unas cuantas semanas de ir a la facultad con mi mejor cara de "Hola, soy escritor" y algunos frutos ya empezaban a florecer. En el ingreso nació un grupo de amigos que hasta el día de hoy vienen dándole color a algunos puntos de mi vida: ellos nunca se enteraron.

Juan, quién me introdujo sin mucho esfuerzo al mundo del CopyLeft, de las TED y de Orsai, un día apareció en el bufet hecho por el centro de estudiantes al tuntún. Llevaba con él un pan enorme. De los que hay que agarrar con ambas manos. Se sentó con nosotros y antes que le diga nada, me dice: "el hombre de abajo vende estos panes a ocho pesos, son buenísimos".

No dude demasiado, y bajé las escaleras. En la entrada, un hombre algo rechoncho y particular vendía comida de una canasta enorme. Era Dany, facilmente confundible con un Papa Noel del hippismo militante. Barba corta, el pelo largo y blanco en coleta, una boina igual a la que me regaló mi tío abuelo Alberto, camisa a cuadros pantalón de vestir a tono, y sandalias. Ojos celeste claros, bastante grandes.

Una sonrisa de oreja a oreja. Se hablaba con medio mundo de manera muy cariñosa. Se acordaba todos los nombres.

Así lo conocí. Le compré un pan relleno de cantimpalo y queso, me preguntó mi nombre, me charló unos minutos y me fui. Me encantaría acordarme las primeras palabras que cruzamos, pero nunca hubiera creído que iba a terminar escribiendo sobre ellas. Fue un día normal.

Nunca había entablado una conversación con alguien que te trata con familiaridad siquiera antes de saber tu nombre. Familiaridad legítima, no sonrisas pulgosas. Como la de Dany: se rió de alguno de mis chistes balbuceados al pasar y me dio el pan envuelto en una servilleta, con un particular gesto de él: hace una reverencia, con la cabeza inclinada. Como diciendo "Acá tenés. Disfrutalo tanto como yo disfrute esta charla." Casi hasta parece que dice "Cuida al pan, que necesita afecto". Si, así de expresivo. Eso ocurrió y lo recuerdo patente.

Varias veces volví a comprarle. Pero la importante fue aquella en la que se atrevió un poco más de lo normal.

Extiendo yo mis mano derecha para agarrar mi almuerzo y la contempla. Según el ánimo, llevo las uñas largas o cortas en esa mano. Fueron meses donde tuve un episodio beatlemaníaco con la guitarra, por lo que las tenía largas y redondeadas. "¿Tocas la viola?" me preguntó, sonando casual como siempre. "Si, si. El piano también" le dije, para no cerrar la conversación. "¿De verdad? ¡Noooo, loco!... yo toco en una banda muy copada, Panaderos Ensoñados, que hacemos covers de temas de los 60s-70s. Canciones del Flaco, Arcoiris, Aquelarre..." Ya con Spinetta conocía poco, el resto ni las oí nombrar " ¿Vos te coparías en tocar las teclas? hay algunos temas que suenan bárbaros con teclado, y además parecés un buen pibe. ¿Te pinta la idea?"

Nunca había tocado con una banda. De hecho, siempre me consideré un inútil para todo lo que tenga que ver con música para más personas que yo mismo. Pero me interesó. "De una. Estaría re bueno" le dije al voleo. Me comentó un poco más de los integrantes. Cuando me quise dar cuenta ya estaba en su casa, en remodelación, conociendo a Emiliano, el bajista. Charlamos unas horas y me volví para mi casa. La idea me encantó y me agradecí el haber dicho más que un "Si, toco la guitarra" y darle ahí nomás al chimpúm.

Ese es el Dany.

Tiene una novia brasilera que lo agasaja en vacaciones. Se conoce a la mitad de La Plata, porque vendió panes por varias instituciones, desde el Colegio Nacional y la Facultad de Arquitectura hasta Comunicación Social. Toca segunda guitarra y canta. Le gusta el Whisky "Los Criadores". Era compañero de la UES de los desaparecidos en la Noche de los Lápices. Fue a ver a Invisible y Pescado Rabioso en vivo por menos de lo que cuestan sus panes. Ahora vende milanesas de ternera y pollo a 11 pesos: estables más allá de la inflación. Terminó de remodelar su casa gracias a algunos amigos de arquitectura: le quedó hermoso. Nos hizo tocar con Panaderos en 7 lugares en el 2011. Me enseñó algunos códigos y realidades sobre la amistad que nunca había pensado. Ahora usa una boina tipo chata con un pin de "The Beatles". Conoció a mis viejos. Está con la mesa de peronismo de izquierda "La Conti", pero nunca lo dice abiertamente. Escucha todas las ideas políticas y las discute a un nivel que supera la cámara de senadores. Sabe muchísimo de los 70s. Estuvo en el momento en que Perón echo a Montoneros de la plaza, diciéndoles "Imberbes, idiotas útiles": me dijo, por lo bajo, que lloró por eso. Aún creé que yo soy "más del peceto" cuando en el año le compré a diario una milanesa de ternera. Me dice "El teclas" y me presenta como "El tecladista estrella de Panaderos Ensoñados", a veces varias veces al mismo sujeto. Es la única persona de La Plata, que sabe distinguir entre Río Grande y Ushuaia. Me ayudó a limpiar mi casa. Te presenta a todos, siempre. Es el Dany.

Es el "tío Dany" y en la facu nadie deja de saludarlo. Es el personaje que me dio de qué escribir con mis crónicas. Es otra de esas personas que hicieron del 2011 uno de los mejores años de lo que va de mi vida.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Nuevas de Orsai

Sorprenden noticias del blog amigo (inspirador también) Orsai, en la que dicen que hay una nueva forma de distribución. Orsai es un proyecto editorial de la gran puta. Es un resumen de toda la ideología que está surgiendo sobre el derecho intelectual. Es una idea codiciosa que no deja de darme vueltas en la cabeza. Es el cambio de la escritura. Es algo genial. Sexy, me sopla mi amigo Renzo.

Esto lo resume bastante bien: Hernán Casciari en la TEDx de Rio de la Plata.




Estoy buscando 10 suscriptores de Orsai en La Plata. El tema es que en la nueva página de Orsai, anunciaron que hay un gran proyecto nuevo. Y para poner en marcha esta idea de volverla algo así como un producto cultural poderoso, son necesarias suscripciones anuales. Yo estoy buscando ser distribuidor, por lo que necesito asegurar la venta de 9 de las revistas que voy a comprar obligadamente. Ahi es donde ustedes pueden sumarse a esta nueva rosca literata. A este nuevo movimiento donde no nos va a arruinar el dinero, donde nosotros somos los protagonistas de aquello que leemos y consumimos para amortiguar un poco eso inevitable, que es el fin.

martes, 6 de diciembre de 2011

La Tarea de Des-Ocuparse




Las cosas no se terminan, hasta que se terminan. Una fila del banco no se acaba hasta que se llega a ventanilla o se deserta. Un plato de ravioles no se finaliza hasta que se dejan los cubiertos o cuando no hay más que senderos de tuco en el plato. Un año no concluye hasta las 00:00 del 1 de Enero del año siguiente.

Se me ha enseñado a no utilizar argumentos que refuten mis propias teorías: No se me ocurrió mejor idea que usarlos siempre. No entiendo por qué escondería aquello que acerca al lector (a quién escribe también) a una realidad más palpable. A entender y tomar el punto de vista, con errores incluidos. Entendiendo que lo que digo es sensible a un flaqueo por algún lado, no hay mejor solución que blanquearlo. Acá la aclaración de hoy:

Partiendo de la base de que el tiempo es un invento de simple orden y que su estructura no es más que una creación artificial de la mano de nuestros ancestros de calzas y pelucas raras, vamos a hablar de "un año" como la construcción sobre sí. Cabe aclarar que el autor de este texto perteneció toda su vida a una especie de clase media (las clases son un invento, como el tiempo o las zapatillas con abrojo), por lo tanto, el ambiente que recorre la entrada responderá seguramente a quienes lo acompañan en suerte. No hablamos de un año como orden, sino como símbolo. Por lo tanto, todas las afirmaciones que haga en esta entrada de blog, están atadas a esa variable: todos pueden entender los símbolos como quieran, o como lo han hecho siempre.

El desafío es verlo diferente.

El día de hoy, ya en unas 4:48 am desveladas, es 7 de Diciembre. No sé si es la redondez de la "D", o si son los mil negocios con presiones navideñas, pero todo el mundo da por concluido el año 2011. Falta casi un doceavo de año para que finalice. Es como sentirse en Marzo el 3 de Febrero.

Todo habla de un momento que todavía no existe.

Siempre omitiendo las cuestiones en que la navidad y el año nuevo están forrados con nieve, aunque en Capital Federal marquen 27º celcius; que usamos suéteres con renos y que si no tenemos chimenea vamos a ser personas tristes, voy a ahondar un poco en esta temática:

Pre-ocuparse es insalubre.

Si, con guión. Es para que se entienda mejor el cómo se toma la palabra. Etimológicamente (es decir, dividiendo la palabra en partes) Pre Ocuparse significa ocuparse de algo antes de ese algo.

Es como, por ejemplo, usar corrector en la hoja antes de equivocarse. Es utilizar fuerza psicológica, y hasta física, en un evento que no ocurrió aún. Un evento que no más del %50 de las veces sucede. El otro %50 es de los que normalmente sonreímos y agradecemos que no pasó. Obviamente, con horas de ocupación previa.

Es darle importancia a un hecho siquiera antes que se pueda hacer algo. Si se pudiera modificar la situación, si uno tiene cosas que hacer para esperar esa situación, entonces no sería "Pre". Sería "ocuparse" de eso. Así nomás te digo.

Pasa justo en esta época del año: los balances, los recuerdos, las cursilerías. El número #2011 como un casillero más donde guardar una parte de tu vida, para encontrarlo mejor cuando alguien desconocido te saluda en la calle y te pregunta si te acordás de él, o ella. Es el momento para volver al hogar, si se está lejos. O de revalorarlo, si se está cerca. Es el momento donde las cuestiones como innovar, crecer, contagiar ideas, u otras, se paralizan.

Las fiestas son el momento del desenchufe mundial.

Que no se me entienda mal: me agradan las fiestas y sus pormenores. Volver al hogar, reencontrarse con familiares perdidos en algún lado. Comer como primates y atinarle a convenciones sociales. Admito que, éstas últimas, menos sinceras de lo que son mis letras acá.
Sin embargo, el ambiente se tensa cuando entro en él: No tengo árbol de Navidad, no miro los especiales navideños de ningún canal de dibujos animados, no tengo que resguardar ninguna coartada para niños, no tengo que escribir una carta. Sinceramente, ni siquiera me merezco un regalo, ya que las cosas que he pedido están hoy sobre mi mesa.

No necesito la Navidad como me la enseñaron, como la ví en Cartoon Network. ¿Está mal?

La preocupación, aún así, son sólo algunas preguntas: ¿Pasamos la mayor cantidad de tiempo ocupandonos de cosas que todavía no existen? Los hechos empiezan y terminan a veces muy rápido: nosotros los tenemos en la cabeza durante semanas... ¿Será que también nos podemos postocupar de algo?. Si bien es insalubre, ¿Estará mal ocuparse de algo antes que no exista? ¿Se disfruta de la vida al máximo cuando se está sufriendo por un futuro? ¿Tiene realmente el ser humano la necesidad de depositar sus dudas existenciales en cuestiones impalpables e inexistentes como el futuro, o el cerro Uritorco? En caso que la tenga ¿Existen formas de canalizarlo para ser útiles a un fin más solidario?.


Una paloma me acaba de asustar, 05:26 a.m., parada en el tendedero de mi balcón. La ventana estaba abierta. El reflejo fue correr a cerrarla.


viernes, 2 de diciembre de 2011

Una Paloma

Me sorprende fuera un nuevo día. En la algarabía de una serie de Cuevana, la ventana vuelve a las lámparas una redundancia. La luz se filtra por las cortinas, y las cinco de la madrugada ya son mañana.

El día de ayer, o el de hoy si es el dormir el parámetro del nuevo día, resultó un día reflexivo. Puedo comenzar contando las bromas y los delirios de mi invitado de nuestro sur. Puedo tantear el desorden y la búsqueda de objetos perdidos. Sin embargo, el día comenzó con una paloma.

Comimos en un Burguer King. Ya era tarde, algo así como las tres. A la hora de pedir nuestro poco nutritivo alimento, conversábamos sobre una muchacha y la seducción. Si bien no son temas comunes para charlar con cualquiera, con Fran y mis amigos de mis lares resulta sencillo. Nos formamos de manera similar: hablar de mujeres no es un tabú, ni un sentimentalismo. Esta chica era muy bonita.

Pedimos y esperamos. Nuestra comida se sirve rápido y en poco tiempo estamos subiendo las escaleras. La muchacha estaba ahí, a mis espaldas. Mi compañero estaba mirándome de frente, por lo que la chica se ubicaba directamente frente a él. Yo simplemente veía la zona de juegos y parte del piso de abajo. La planta superior era bastante más reducida que el local entero, por lo que por un gran espacio se podía asomar al piso inferior, como un balcón.

Nos reímos de lo inmordible de la hamburguesa y se me dice que la chica está sola, comiendo una hamburguesa bastante grande. "En un momento de coraje, hay que sentarse y hablar. Ella seguro está ansiosa por algo así, tan de película" dije. Yo dando consejos sin poder ejecutarlos. Fran movió sus hombros, y siguió el festín. Algo me llamó la atención desde abajo.

Entre movimientos y aleteos, una mancha negra que asciende se aclara. Una paloma entró volando al local de puertas enormes y está buscando salir, desesperada. Algo se habrá visto en mis ojos, que mi co-devorador silenció y quedó tieso mirándome.

Fugaz, ve un panel blanco de luz en el techo, y se estampa contra él. No cede, así que da una vuelta para encontrar otra salida. Junto a unos muchachos sentados a un par de metros de donde estábamos nosotros, se extendía un ventanal del tamaño de la pared entera. El ave lo cree idóneo, y se lanza casi en picada.

"Uh" dije fuerte al primer impacto, sorprendido por el espectáculo. Fran entendió que mi atención estaba tras de sí, y giró para ver el descenso a toda velocidad. Me sorprendió la seguridad del bicho, lo insospechado de la inocente malicia de un vidrio irrompible.

El golpe fue seco, aunque tronó con fuerza. Cayó sobre la mesa de los muchachos y luego siguió camino hasta el piso. Nosotros, a un metro esta vez, no pudimos soportarlo. Nos han criado con películas violentas como Mi Pobre Angelito, o con dibujos como Tom y Jerry: esa es la única explicación que realmente me tranquiliza. Nos tentamos de risa. La estupidez, la fuerza, la cinemática trayectoria de un pájaro que ahora está en el piso. Yace casi inmóvil, boca arriba. Nos reímos muchísimo, les puedo jurar que no podía parar.

"Compungido" es la palabra que usó mi amigo para describir a esas pocas personas que rodearon al pobre bicho. Eran un par de nenes chiquitos, y otras personas más grandes que lo vieron entrar. Fue todo muy veloz. Yo veo una y otra vez el ave distraído, tonto, golpearse contra la lámpara y estamparse contra el vidrio. Era imposible cortar esas imágenes.

Pasa uno o dos minutos eternos. A duras cuestas ensombrezco la mirada, y me acerco al animal, que aún abría y cerraba el pico. No iba a sobrevivir. Definitivamente, despertó un dilema muy fuerte dentro de mi cerebro, ya a esta altura, autónomo: reírme por lo cómico de la situación o entristecerme por el destino. Me acerco un poco más. Todos mantienen una distancia aunque el "pobrecita" se repite en varias voces.

No sé muy bien que surgió. Dudo seriamente que haya sido una cuestión de aparentar. Me recliné y tomé a la paloma entre mis palmas (hasta entonces nunca había tocado un animal que no sea doméstico) y la alzé en su agonía. Tenía la mirada triste.

Un muchacho me ofreció que la deje irse por la ventana. El animal estaba estupefacto, a punto de morir. Volar no sonaba como algo posible: tirarlo por la ventana sería solo un tercer impacto. Aún viendo a la paloma accidentarse una y otra vez en mi cabeza, decido (en voz alta) llevarla fuera, dejarla en algún espacio verde. La tomo firmemente, y bajo las escaleras. No giré la cabeza para ver a nadie. Ni a Fran ni a la gente, ni a la chica. No vacilé tampoco, solo bajé.

Paso entre muchas personas que ni siquiera saben lo que sucedió arriba. No ven el ave, ni me ven a mí. Seguramente fue por mi avance para nada sospechoso. Camino hacia afuera y me dirijo hacia una plazoleta que está cruzando la calle 7, frente a la facultad de humanidades, de la UNLP. El semáforo está en rojo. Yo, un muchacho de pantalón corto y chomba roja, miro el semáforo con serenidad. Tengo en mis manos las últimas luces de una vida insignificante como puede ser la de una paloma más. Yo tengo la sensación de que ninguna paloma murió antes que ésta y que ninguna paloma moriría como la que cargaba en mis manos.

Cruzo la calle, y debajo de un árbol enano, me extiendo y dejo el cuerpo. Ella ya no se mueve ni parece respirar. Vuelvo al negocio, y subo las escaleras. "¿Vamos?" finjo indiferencia. Agarramos las gaseosas y encaramos la retirada. La chica le dice algo a Fran, y cuando miro, me dice que me acerque. "¿Qué pasó con la paloma?" me pregunta "la dejé cruzando 7. Cuando la bajé movía el pico, pero no creo que le quede mucho más de vida" mentí en tono afligido. "Pobre..." concluye. "Bueno, chica, nos vamos. Hasta luego" confío. En tono de funeral, me sonríe y me dice que hasta luego. Bajamos con Fran.

"Qué gracioso. Tanto pésame por una paloma, cuando está devorándose prácticamente una vaca entre panes" reflexioné en voz alta.

Las carcajadas nos acompañaron hasta la puerta. Más allá de la cruel verdad que nos daba tanta gracia, entendimos que ella estaba deseosa de hablar. Ella había sentido algo, y nosotros estábamos ahí para recibirlo y compartirlo. Habíamos presenciado ese acto tan extraordinario juntos, y le hubiera gustado, seguramente, que la acompañemos en él. Hubiera preferido su combo con dos extraños que se apiadan de una paloma luego de reirse de ella.

Sin embargo, la protegimos. Ella no supo la verdad del animal. Ella no se enteró que había muerto.

Yo, en cambio, lo sabía muy bien. Es la primera vez en mi vida que veo a un ser vivo morir. Es, también, la primera vez que uno pierde la vida en mis manos. La diferencia en sus ojos entre su agonía y su tranquilidad. Su cabeza débil, su cuerpo pesado.

La chica seguramente se fue a su casa y su vida siguió sin más. Quizás contó la historia, y habló de los chicos que se pusieron de acuerdo para sacar a la paloma. Sin embargo, ella no habló de muerte, ni de los ojos de la paloma. Ella no habló del cuello blando, de las alas relajadas, ni del poco pasto que la abrigaría bajo el árbol petiso. Ella quizá pensó algo sobre los chicos que no se sentaron con ella, de lo imposible que fue compartir la emoción. De que nos reímos cuando pasó. Cuando la dejamos, quizá entendió nuestro apuro.


Sin embargo, no entendió el bien que le hicimos al alejarla de aquello de lo que todos los seres humanos luchan por olvidar:

La muerte en la insignificancia.

martes, 29 de noviembre de 2011

Al ritmo del sol.

Existe una costumbre poderosa en mi casa y sé que en varias más también.


Levantarse con música.


Sea para despabilarse, para energizar, o simplemente de desayuno. Pero es muy fuerte, pudiendo marcar la realidad del día. Es una costumbre que tiene mi padre los domingos a las últimas horas de la mañana (10 a.m.)
Seguramente puede verse como una costumbre extremadamente molesta, más si la noche anterior aseguraba más de 20 horas de sueño. Sin embargo es algo precioso. Benny Goodman puede alegrarle el día a cualquiera.


Hoy, por otra parte, quiero compartir un tema quizá lo suficiente atacado por la televisión o las discográficas. Hoy les pido que desaten un poco ese "lo escuché" y lo desarmen de a poco. Le escuchen la letra, lo degusten y les levante la temperatura sanguínea.


Mucho mejor si se oye luego de soñar:


P.D: Les recomiendo, para hacer una experiencia mucho más intensa, descarguen los CDs en FLAC (Free Loseless Audio Codec) que es un formato mucho más pesado y de una calidad que es la que puede dar escalofríos con facilidad. Acá les dejo un post de nuestra amada Taringa! para descargar la discografía remasterizada de este año

Alguien para Amar - Queen


sábado, 26 de noviembre de 2011

Allegro ma non Troppo

Me sorprendieron esta mañana con un comunicado.
Entre sábanas y mi novia, atendí el teléfono poco antes de darme cuenta que estaba sonando. Era Dany, preguntando si seguía vivo, y que no me olvide que hoy teníamos que ir a tocar con Panaderos Ensoñados a Ensenada.
Sé que muchos me van a entender cuando digo que la banda se había borrado de mi cabeza de tal manera que la fecha y el ensayo del día anterior (al que falté) no estuvieron en ninguno de mis planes.
Es en Ensenada, que queda lejos de acá, de La Plata. Nos ponemos de acuerdo, y arreglamos que voy yo para allá y salimos.

Terminamos de cocinar nuestro tardío almuerzo (3 p.m.), una ensalada césar de puta madre y un trío de tortillas violentas, todo para tres personas. Comemos, charlamos con unos amigos que vienen de paso, y salgo.

Se hace tarde, pasan los minutos en lo de Dany, que insiste por mostrarnos todas las remodelaciones que está haciendo o por hacer: está emocionado. Que esta puerta estaba atrás,¿ te acordás? y aca vamos a romper, y ¿no te das cuenta de nada nuevo? acá había una pared, si, y ya me pusieron el agua. Entre todo el barullo, y con la puerta abierta, se asoma un abuelito. "¡Alberto! ¡Cómo anda maestro!" le dice Dany. El viejito da un paso para adentro y lo veo más claro, gracias a la luz de los tubos blancos.

Alberto está vestido con un saco, pantalon de vestir y boina beige. Dice que viene de la reunión de los sábados, y sin preámbulos, arranca a cantar "Mi Buenos Aires Querido", con un falsete muy particular. Canta a capella, y lo hace bastante bien. Yo me quedo duro, estos personajes no los he visto en mi vida, ni acá, ni en la tele, ni siquiera en las películas. Nadie me enseñó a recibir a un hombre mayor cantando tango. Nadie me dijo que era posible encontrar gente con tanto ímpetu para mostrar le que sabe hacer, y con tan poca malicia. Él no temía ser burlado, no temía ser discriminado ni odiado. Lo cantó entero y haciendo todos los silencios correspondientes. Nos reímos de incrédulos y de conmovidos por este hombre.

Cuando comenzó a hablar, la voz se le desmantelaba y derrapaba. Era muy viejo. "Alberto escribe aforismos" dice Dany, buscando unir personas. A Alberto le gusta la idea y nos dice que va a buscar unas fotocopias para regalarnos. Nos da unas hojas escritas en máquina de escribir con dos carillas tamaño carta repletas de frases cortas. Algunas de ellas magníficas, otras mas sencillas. Al final de la entrada, irán las que recuerdo, ya que en el traqueteo del toque las perdí.*

Ya sin el ancianito, charlamos del destino de la banda, que ya se tornó algo bastante extraño, hasta que vino Ernesto, o "El Ernes".


Ernesto es un flaco de pelo largo negro, lo conozco por una amiga de Río Grande. Lo único que realmente sé de él, es que es un músico excelente. Varias veces caíamos en lo de Meli, esta chica de Río Grande, y terminábamos zapando dirigidos por el. Un tipo al que admiré desde que lo oí con una guitarra. El y su banda Orpheo (u Orfeo) iban a tocar después de nosotros.

Se llevan todos los instrumentos y nosotros nos tomamos un colectivo, oportunamente repleto.
Dany, en su simpatía de charlar con los choferes, paraba unos segundos para atinarle a su petaca de whisky "El Criador". Ayuda a cantar, asegura.

Cuando llegamos a este lugar, la entrada me sorprende. Es una puerta de reja, sola entre dos edificios tan grises como el resto de la cuadra. Está toda pintada como los viejos bares tangueros, con esos firuletes, que si no me falla la cultura, se llaman fileteado.

Allegro ma non Troppo reza una pintura sobre la entrada, y le sigue un pasillo largo hasta el centro de la manzana. Pasamos, caminamos entre masetitas con plantas que nunca parece voy a distinguir, y llegamos hasta un espacio más amplio. Era hermoso.

Cabe aclarar que la hermosura no es como la que se encuentra en el glaciar Perito Moreno, en las pirámides egipcias ni mucho menos en un Sheraton junto a la plaza San Martín, en Mendoza.
Es la belleza del lugar donde se tiene permiso.

Es una casa recuperada y reconstruida nos comenta Nestor, el pelado que nos recibe con una sonrisota. En una cuestión familiar, entre traqueteos, pudo comprar la casa a un precio bajísimo, aunque destruida. Él ,y si no me equivoco su mujer, reconstruyeron todo y le dieron el matiz de centro cultural. Lo más parecido a una casa abierta. "Gracias por darnos el lugar" dice Dany, "El lugar es suyo" le responde Nestor, aunque yo ya lo sentí desde la puerta solitaria que daba a la calle.

Nos ponemos a charlar con los muchachos de Orpheo, con Ernes y con los nuestros: El Chori, Emi y Pablito. Estamos tranquilos, compramos una cerveza y compartimos.

El centro tiene colores oscuros, pero muy alegres: bordó algunas paredes, amarillo y ese verde inglés que parece distinguir tanto los centros culturales. Todo eso envolvía un saloncito donde tocaríamos: las mesas dentro no superaban las cinco. hay una bicicleta para nene colgada en una de las paredes, singles de vinilo en la pared opuesta, junto a unas cuantas fotografías artísticas de un curso que se da dentro.

En los traqueteos de la espera, Dany nos presenta a la chica que nos conectó con el centro para organizar la tocada. Luciana, una piba chiquita y con un gesto muy vivaz. Nos mira y nos saluda muy simpáticamente. Me reconoce, vamos a la misma facultad aunque ella me lleva un año. Como para no verme, con tremenda maraña de rulos no paso muy desapercibido. Se ríe. Nos ponemos a hablar un poco de la facu, un poco del centro y le comento mis proyectos.

Si hay algo que aprendí este año en La Plata, es que la forma de encontrar gente compatible para lograr un sueño, es andar contándoselo a todos. Le comento de mi idea de un blog para publicar escritor (muy por encima) la idea del canal online, y hasta la de hacer un videojuego. "Que bueno! eso le va a interesar a mi novio, es programador." Ahi está. Ese es el fruto de dar un paso más del que se está dando. Le comento esto mismo, y concuerda conmigo. Hablamos un poco de política estudiantil, y me dice que es la chica más friki que puede haber. En mi mundo, eso habla muy bien de ella.

Ella organiza algunas cosas del centro, por lo tanto entiende de entrada lo que quiero hacer, y le interesa. Pasamos facebook y se va a seguir por ahí. Retomo nuestra charla con Panaderos.
El Para, el amigo del baterista que siempre va con su novia, (que recién me entero se llama Morena y no "Petisa" o "Eu") están conmigo sentados y nos matamos de risa. Hablamos payasadas, hacemos chistes de música o de comida.

Nos dicen que probemos instrumentos, conectamos y lo hacemos. Suena bastante bien, aunque otra vez, no me escucho. Pero no pasa nada.

Volvemos a las mesas, y nos pedimos algo de comer: Hay pizza, o sopas paraguayas. Yo, comiendo pizza más de una vez por semana, opto por la sopa. Les hago probar a todos, ya que yo estaba seguro de que es buena. A todos les gusta, pedimos 3 en total, y comemos.

Pasamos otro rato de charlas y de vino. El chori se me para al lado: "Qué ganas de tocar la guitarra" me dice. Me paro automático. "Vamos, zapemos" le digo. Nos acercamos, conectamos todo, y arrancamos bajito.

Se prende Emiliano, con el bajo, y Pablo haciendo fuerza para no volcarse al trash-metal. Algo hacemos. La situación es propicia para comenzar a tocar, Dany se asoma al micrófono, nos presenta. Toma la guitarra de Ernesto, que la presta voluntarioso, y entre un par de palabras, comenzamos a tocar.
Sonamos como siempre, aunque tenemos un par de errores. Ya llega el punto en que nos reímos, y terminamos un tema a la mitad. Cosas que a cualquiera que esté esperando tocar en serio le serían totalmente molestas y vergonzosas. A mí me molestó poco, eramos conocidos entre todos. Pero en fin, no fue lo mejor que pudo ser.

Terminamos de tocar, y pasa Ernesto con Matias, el baterista, y sinceramente no me acuerdo el nombre del bajista, un pelado de barba candado, muy encontrable en un bar tomando cerveza artesanal.
Comenzaron a tocar, y descocieron: muy prolijos, muy polenta, con subidas y bajadas, cortes y arranques muy fuertes. Ernesto que canta bárbaro, la verdad, un show. Más allá de que se le haya cortado una cuerda en medio de la tocada.

El ambiente era muy de entre amigos, por más que no conozcamos a la mitad de la gente de ahí. Todos estabamos tranquilos y sin verdaderas presiones. Yo personalmente, me sentí en un hogar. Así juzgo yo a Allegro ma non Troppo, un centro cultural en Ensenada que hoy atravesó Panaderos Ensoñados. Gente con mucho cariño a lo que hace, una predisposición que no se encuentra en todos lados, y gente muy dada para una buena charla.

Una hermosa noche de rock.





*Los aforismos de Alberto: "No nacimos para ser felices. Pero nacimos";"Estamos a un paso de todo";"Si los niños se sienten solos, es porque están solos";"Cuando se trabaja 'Full-Time', donde queda el tiempo para el amor 'Full-time'?";"Con los años, muchas consciencias se entonan";"El amor une lo que el odio separa"

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Guarda que se pega"

El desafío "Guarda que se Pega" es sencillo. Escuchá la siguiente canción 4 veces enteras, una tras la otra. Después, intentá pensar en algo diferente por más de una hora. Si esta canción no recurre a tu cerebro por lo menos 30 veces, entonces estás muy por encima del autor del desafío.

El video es conocido como "Trololo Song". Tu espíritu competitivo va a ser tu perdición.


jueves, 17 de noviembre de 2011

"Sentir que 20 años no es nada."

          Si algo nos puede transportar a una época que no se termina de ir, es el canto de falsetes profundos. El tango en un tiempo brusco como es el dos por cuatro. La nostalgia, lo blanco y negro y mensajes que hasta el día de hoy los vemos pasar. Música que no deja de volver, con la frente marchita.

Gardel - Volver.            


martes, 15 de noviembre de 2011

Primeras Impresiones

         Amo reparar en el comienzo de un texto. Darle un segundo demás a las primeras palabras donde, el autor, seguro se sintió como un guaraní entrando en una capilla. Ese momento donde uno conoce a quién le hablaba por internet hace tanto tiempo. Donde estás obligado a hablar: Si un lector llega a un texto, el autor está empujado a escribir lo que sigue. Es como el nivel del Mario Bros (el viejo) que arranca y avanza constante, impune e indómito.
       Ahí es donde se ve la verdadera personalidad del escritor. No durante el texto, no al final ni después. El comienzo es ese primer impacto, donde se asocia lo que uno cree de un escritor, con la verdadera obra. Es como hablar por telefono muchas veces con una mujer, para luego conocer al cuerpo, a la boca y a los ojos que pronuncian las oídas palabras. Y creo, simplemente, que las primeras impresiones son oro puro. Oro psico-social, digámosle en nuestro snobismo.
        Las primeras impresiones son un empujón muy brusco, donde cada persona, en su necesidad de defensa, no sabe cómo reaccionar. Por lo menos en la mayoría de los casos. Se conocen bien los diálogos ensayados, los qué tal amistosos con sonrisa de boca y no de cejas. Esas pantomimas estándar que solemos aplicar nosotros por igual, seamosnos sinceros.
         Si el árbol no se cae es buena señal y se puede llevar una charla con esa persona acostumbrada a un trato determinado. Por ejemplo, si yo abordo a una mujer y le digo algo como "Sos igual a mi Tía Carlota" estaría soplando, o bien el búnker, o bien la casa de naipes. Siguiendo la situación hipotética, si responde: "¿Ay, quién es tu Tía Carlota?" no será lo mismo que "¿La conozco?" o "Entonces sos un pibe acostumbrado a la belleza". Tres respuestas demuestran tres personalidades (y sólo para empezar). Lo mismo pasa con los autores. Lo único diferente, es que la frase de abordaje es "Hola, estoy leyendo tu libro/entrada/gacetilla/columna/articulo/prospecto/frase de baño. ¿Vale la pena?". Ahi entran estas frases.
        "Había una vez en un tiempo muy lejano", "Los McBelsten no perdían el tiempo en la tecnología", "Si mi vieja hubiera sido promotora en vez de dirigente gremial, hoy estaría pidiendo un iPad", "Comenzó con un triste moco determinista". Todas frases que ya predefinen la obra. Ya te intuyen a meterte en un texto de la extensión necesaria y, si te ves obligado a dejar la lectura, aún vas a saber si te gusta lo que se viene. Yo si leo lo del moco, probablemente esté ansioso por terminarlo. Me gusta acabar rápido con todo lo que tenga que ver con mocos.
       Éste es el espacio que le dedico a esos pocos caracteres de la primera frase. Ese darse coraje para plantarse a un profesor que está a favor de la volatilización del merengue, para entrar en una iglesia siendo el ateo más declarado de todo el santo mundo, Ese momento que diferencia a un cuentacuentos de aquel que balbucea tonterías. Esas tonterías que venden, obviamente.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Otra Familia Tipo

Mi viejo nos miraba por sobre la mesa. Nosotros, siete años, jugábamos con nuestros juguetes de palo y trapo, imaginándonos aventuras, hablando de héroes. Creciendo.
Mi mamá leía el diario por encima de sus lentes, y comentaba con mi papá:
-¿Viste la nueva noticia sobre la huelga de los oficinistas? Es impresionante, no paran de molestar un rato- renegó. Caminaba de acá para allá. –Estos atorrantes, cortando el tren y los ripios. ¡Lo hacen a propósito, porque sabe que hinchan! Yo tengo que laburar. Si ellos son unos vagos que están al cuete todo el día, mirando MTV, que no necesitan trabajar porque las empresas los aguantan, ¡¿Por qué tengo que pagar yo?! – Mi papá la miraba como si no le importara.
-Tranquila, negra, ¡ni siquiera te fijás por qué están reclamando! Mirá si los están estafando en el laburo- dijo mi viejo, intentando tranquilizarla. Yo y Mica los mirábamos desde el living.
-¿Tranquila? Estoy re podrida de aguantar todo esto. Los vaguitos de camisita y chupines que son capaces de apuñalarte para robarte un par de alpargatas, la gente pidiendo abrazos en la calle todo el día, los nenes haciendo coreografías en el subte para les des un beso en la frente. ¡Es un suplicio!- dijo levantando las manos – Bueno, Martita, no todos tenemos suerte…- dijo mi papá, con lástima.
-¿Suerte? ¿Vos te creés que tenemos todo lo que tenemos por suerte? Mi mamá nació en una familia de mucha plata, y tuvo que romperse el lomo para que hoy esté yo donde estoy – Mamá siempre hablaba de la abuela. Yo no la conocí, pero me parece que era una mujer muy buena. –Ella tuvo que olvidarse de todo lo que había aprendido, tuvo que formarse sola y desde cero. Tuvo que escapar de Recoleta e irse a un ambiente más sano. Dejó la familia, ¿entendés? Sólo para que nosotros hoy tengamos todo lo que tenemos.-
-Conozco bien la historia de tu mamá. Pero no podés andar quejándote todo el día porque los escribanos o los banqueros hacen paro. Te vas a amargar sin necesidad. Las empresas no les proporcionan lo que necesitan y es comprensible, ¿Vos qué harías si lo único que tuvieras fuera plata? Yo haría lo mismo que esta gente.
Mamá se quedó pensando un rato, respiró como un toro, y prendió la televisión. Mi papá se metió en la cocina a preparar la cena. El señor del noticiero decía:
-Así nos sorprende esta mañana de jueves, hay casi dos docenas de autos importados bloqueando las entradas al mercado central y al puerto. El tránsito va a estar pesado hasta entrada la tard--- Cambia el canal.
-¿Entonces, como se conocieron?- pregunta una señora muy flaca y blanca, con el pelo rojo. Aparece una chica muy linda, con el pelo negro trenzado largo, y ropa deportiva. Al lado, un chico con la cabeza rapada a los costados y el pelo largo arriba.
-Ay, yo a él lo conocí en una canchita de fútbol, cerca de casa. Estaba jugando a la pelota ¡y cuando me vió se distrajo y se la sacaron de los pies, al pavo!- todos los que estaban alrededor de la mesa se rieron, y habló el chico – Cuando me la sacan a la pelota, y veo que la Male me mira y se sonríe, me di cuenta que me estaba re enamorando yo.- Mi mamá se rió –Lo que hacen por aparecer en televisión. Seguro se conocieron en Puerto Madero estos sátrapas.
Cambia el canal por última vez. “Almorzando con Valeria” dicen unas letras bailarinas, y entra una señora gordita, de Jujuy, con una olla grande de puchero. Les sirve a todos los comensales, que son músicos y políticos, y comienzan a charlar del mundo y sus problemas.

domingo, 13 de noviembre de 2011

No Siempre está en el Norte - Completo (2da Versión)

-Eu - Julián miraba fijo a través del umbral de la cocina.
-Eeeu - Los ojos de ella entornados, nerviosos, como diciendo "¡escuchalo, reaccioná!"
-¡Shul! ¡Julián! Se hierve el agua, boludín - Dijo Oscarcito, mientras le pegaba en el brazo.
-Dale, colgado, que el mate hervido es de cholo - siempre decía eso, el cholo Oscarcito. El ambiente se relajó cuando el flaco alto y sombrío, que solíamos llamar Julián o Shul, desaplastó el traste del banquito plástico y se acercó a la hornalla para apagarla.
La de los ojos era Natalia. Una mujer a menor escala, perfectamente proporcionada. Era bellísima. Se vestía con ropa que le quedaba grande y aún así revolucionaba a los muchachos que la miraban desde lejos. Pelo cobrizo ondulado que le caía por debajo de los hombros. Siempre con una taza de café o con un aroma muy fuerte a él. Nunca supimos qué era de la familia, aunque la versión oficial era que era la prima de Julián. Bueno, no, Natalia para más tarde.
Shul era un perchero. Un flaco con voz grave, alto, con el pelo lacio y castaño a lo calculín. Un metalero con olor a placard. Un tipo brillante en lo que quería. Nuestro amigo desde siempre. Era medio cursi, pero si por su cara fuera, nunca nos hubiéramos dado cuenta.
Ese silencio catatónico pasó sin penas ni glorias en la mesa de su casa, esa tarde de martes. En cuanto a los “primos” pasaba algo muy particular: podíamos molestarla a ella, podíamos molestarlo a él, pero no podíamos mencionar su relación. Hacerlo era algo totalmente peligroso. Digamos que el puente entre ellos era de papel de servilleta. Directamente evitábamos todo lo que tuviera que ver con charlar de su parentesco.
Hacía poco que Shul se había vuelto desde El Norte.
De una manera u otra, irse Al Norte para nosotros, los Del Sur, era una especie de obligación. Es un acto de valía, de crecimiento. En las tribus Onas a los niños no les ponían nombre hasta que podían cazar por sí mismos. A nosotros nos mandan a estudiar a otro lugar del país. A otro mundo mal fotocopiado del nuestro, a masticar una carrera y toneladas de apuntes. El nombre nos los ponen para el DNI y para que nos molesten las maestras por distraernos en clase.
Julián se fue a estudiar traductorado de inglés. Le gustaba la música y las películas en el idioma. Más que eso nunca manifestó ningún interés. Nunca lo escuchamos hablar o cantar en inglés. Pero bueno… Si le gusta.
-Gracias – le recibí el mate
-Qué, ¿no querés más?- me dijo, serio
-¿Por? ¡Sí, si es mi primer mate!- con lo que había esperado para mi turno de sorber, era la respuesta menos reaccionaria que se me ocurrió.
-Si decís “Gracias” significa que no querés más- me dijo. Eso lo aprendió Allá. Tomó muchas costumbres. Se tiñó un poco de ese Norte tan lejano, tan pegajoso y lleno de gente que nos imaginamos. El Norte del que habla el noticiero, donde los famosos caminan por la calle. Donde los grandes escritores están en bares, o te los cruzás en supermercados. Ese lugar tan remoto.
Pero acá está, sentado con nosotros, tomando eso que antes no tomaba. Caliente pero no hervido, muy bien preparado y en una calabaza muy rústica. Natalia está en el living. Ellos viven en un departamento de esos monoblock que entrega el Estado. Son todos iguales y a la vez tan diferentes como las mismas familias que los habitan.
Su pieza tenía las paredes color celeste muy claro, casi blanco, pintadas desprolijamente por decenas de artistas desastrosos pero con coraje: aquellos que nos animamos a pedirle un fibrón y un “¿Puedo escribir acá?”. Un foquito colgando de varios cables envueltos en cinta de aislar.
-Sí, pero sin nada muy desubicado, que mi vieja lo lee- Nos decía Shul en voz baja. Mabel: Una mujer bajita y de mejillas coloradas. Vestía de pantalón de vestir y ropa con tela áspera. Era amorosa como ninguna. Ella no nos juzgaba y sus comentarios siempre nos salvaban en los dilemas. Era de las viejas que cuando estabas por mandar todo al tacho, te decía cosas como “No creas que los tipos que lograron cosas nunca dudaron. Si una cosa no parece ridícula al principio, entonces seguro no vale la pena. Lo dijo Einstein, y todos sabemos cómo le fue, ¿no cierto?” Siempre fuimos sus hijos adoptivos.
Natalia puso la cafetera de filtro a trabajar mientras charlábamos.
-Che… ¿y qué onda allá? ¿Te gustaba? – pregunté a Shul. No sorprendí a nadie pero el silencio se volvía incómodo
-Está bueno. Tenés que aprender a manejarte sólo. Nadie te plancha, nadie te paga las cuentas. Nadie te obliga a estudiar, es todo un tema. Igual, lo que más me dolió fue no comer más comida casera. Eso sí que hace mal, chabón. Se extraña y se dejan muchas cosas.
De reojo, la miro a Natalia. El último comentario le relaja las mejillas. Parece sonreír.
-Bueno, gente estándar, ya tengo mi café. Duermo a la nena y me voy a dormir yo. Los dejo para que hablen cosas de machitos – nos dice la mujercita.
–Chau, nos vemos – Decimos nosotros, sin demasiado espamento. Julián en silencio nos mantenía mansos con ella. No sabemos cómo lo hacía, pero era efectivo. Lo aceptábamos y todo.
- Chau- dice Julián. Le cuesta encontrar su cachete a la hora de darle el beso de despedida. Se hace una especie de baile raro y rápido. Se va ella sin mirarlo.
-Y… ¿Cuándo te diste cuenta que querías volver? – preguntó el Cholo, pasado un rato de charlar boludeces.
- Se complicó todo… Algunos profesores me tenían cruzado, no me querían aprobar. Las responsabilidades se pusieron muy pesadas. No sé, todo muy para atrás. Además, mi vieja no anda muy bien de salud. Un montón de cosas que se juntaron. No quería estar lejos, que se yo.
-Pero cuando viniste en invierno estabas re contento. No querías volverte ni comentaste que te pasaba eso… - fue bajando el volumen, cuando yo le clavé la mirada fijo. “Calláte” le dije sin decir palabra.
-No, bueno, qué se yo… todavía no me había pasado algo groso. Algo que me diga “Listo, me vuelvo”. Creo, si, bueno, eso- Tartamudeó.
Se escucha un llanto amortiguado por una puerta. Helenita, la hija de Natalia. Una beba hermosa, tiene meses nomás y ya sonríe como la madre. Ya brotan algunos mechones de un castaño oscuro lacio y brillante en su cabecita. Con Julián tiene un trato muy cercano. Él le está intentando de enseñar a hablar, la pavea para que camine y haga gestos. A veces ella llora para pasar de brazos ajenos a los suyos. “Es una luz la Jelen” dice Oscarcito cuando la ve jugar. Lo que en la calle parecen un grupo de pibes con poco futuro, escandalosos y que se matan a palos en pogos “violentos”, en los ojos de la beba son un par de zonzos con los que matarse de risa. Le hacemos caras, cosquillas y le hablamos con voces chistosas. Somos como los tíos jóvenes y divertidos que yo veía en los míos. De a ratos me gusta imaginarla ya de grande, verla crecer, sentarse a charlar con nosotros, a tomar mate. Verla irse Al Norte…
-Menos mal que estabas cuando Natalia se enteró lo de Helena – Soltó el Cholo. Silencio entre los tres. Shul gira el mate, fingiendo leer lo que tiene escrito
-¿San Juan? ¿Estuviste en San Juan? ¿Cuándo? – Me pregunta.
– ¡Me fui para conocer el invierno pasado! ¿No te acordás que no estuve la primera semana que viniste? - me mira extrañado, Julián: no se acuerda.
-¡Como se va a acordar, si estaba encerrado en esta casa! Estuvo casi todas las vacaciones sin juntarse con nosotros – reprochó divertido el que no entendía las cosas.
-Estaba a full con un trabajo de Literatura Inglesa – dijo con voz de ultratumba el flaco, excusándose.
-Daaaaleeee, ¡no te hagás! Somos pocos y nos conocemos mucho: no cambiarías una tarde con los chicos para quedarte haciendo un trabajo- Oscarcito la estaba poniendo re difícil. Yo ya me venía poniendo nervioso.
- No… pero esta vez era pesado. Era una de las materias anuales y si no la sacaba me iba a trabar todas las materias anteriores- Sonaba tan a traga. No era él.
-¡No jodas! Te llevaste nueve materias en el último año. ¡Nueve! ¡Nain! – Mostrando las palmas y sólo doblando un pulgar – ¡Y “te trababa” toda la facultad! Fuiste a ver a La Vela Puerca al Margalot, ¡Y ni siquiera te gusta! – carcajeó nuestro amigo, ya un poco colorado por el volumen.
-¡Chhhhhhhhssssssssst! – escuchamos desde la habitación de Natalia. La conversación siguió en susurros. Yo ya tenía esperanzas de que termine.
- ¡Vos sabés que me quería levantar a Romi! – dijo Shul bajito, como retándolo.
-Dejá de mentir, si no te gustó nunca. Las minas que te gustaban nunca les hablabas en público, y por msn o a solas te ponías como un flan. Lo último que te falta, querer mentirme a mí- se estaba poniendo un poco pedante, pero no se equivocaba en lo absoluto.
-Ah, sí, mirá vos. Ahora me tengo que aguantar que me tratés de cagón- dijo Shul perdiendo un poco la serenidad. Estaba nervioso. Casi como yo.
- ¡Todos somos cagones nosotros! Vos no lo aceptás, que es distinto- “Bueno, cortenlá” quise decir, pero no podía.
-¿No lo acepto? ¿Y cuando les dije que no me animaba a darle un beso a Mica? Lo dije en frente de todos, y estábamos sobrios. Si eso no es admitirlo, no sé de qué me estás hablando- Cuantos recuerdos me agarraron repentinos. Dos meses remó a Mica. La conoció en una clase de inglés, y ella estaba enamoradísima de él. Lo seguía a todos lados, y le mandaba mensajes y hasta lo llamaba. Yo mantengo firme lo que comenté con los chicos: para mí que cuando le dan bola, cuando las pibas se manifiestan, el pierde el interés.
-Tenías 15 años, chabón. ¿Me vas a decir que no mariconeaste con una mina desde los 15 años? Con las chicas con las que nos juntábamos siempre no apareciste más, no te vemos hablando con ninguna mina en la calle. Con la única mina de nuestra edad con la que hablás es con Natalia- Silencio.
-Chicos, mañana me tengo que levantar temprano a ayudar a mi vieja con un estante en living. Ni bien termino les mando un mensaje y vamos por ahí, ¿les parece?- dijo Shul, dejando de susurrar.
-Dale – dije yo, apurado juntando mis cosas. Oscarcito se quedó atónito, no entendía nada. –Acompañame hasta la parada del cole- le dije, lo agarré del brazo y salimos.
Mientras íbamos caminando, Oscarcito comenzó a repetir la discusión.
-Qué se hace el que no lo conocemos, el boludo este. 8 años que andamos dando vueltas, que nos cuenta sus cosas.- Me río.
-¿De qué te reís? – me arrebató el Cholo, ya un poco desorbitado por el calor de la pelea.
- “Las responsabilidades se pusieron muy pesadas”, “No tenía algo groso para decir Listo, me vuelvo” ¿No te dice nada? –
-Sí, que Julián es un tarado –
Algún día se dará cuenta sólo. Seguro que pronto se entera por qué Shul lo abandonó el invierno pasado. También pensará desde cuando leé los mates y se interesa por cuyo. Dentro de poco, no mucho, va a preguntarse si la abuela de Helenita de verdad anda, o no, tan mal de salud. Razonará qué es lo que para Shul, esta vez, no estaba en El Norte.-

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lo que deja la charla.

Sólida charla entre el Algodón y el Café donde sólo hay una conclusión clara:
La única persona que tiene más razón que uno, es el que ya ha logrado lo que se propuso.




jueves, 10 de noviembre de 2011

Varieté

El nombre suena a variedad. A cosas mezcladas, a potpurrí. Suena a algo francés también. Muy lo primero, nada lo segundo. En La Plata, si existe un lugar de penumbras donde se reúne esa especie de nueva bohemia, es ahí. El Nuevo Varieté (el viejo está al lado, y lo cerraron vaya a saber por qué).
La ciudad se oscurece en esa cuadra. Ahí vamos a tocar con la banda, Panaderos Ensoñados. El nombre lo sacamos de un tema de Spinetta que se llama igual. Y el cantante y segundo guitarrista, fundador, es el Dany: Es el hombre mayor, muy politizado y afectado por los 70' hasta la médula, que vende panes rellenos en la facultad de Comunicación Social dónde voy (Por eso lo de panaderos, lector poco audaz). Pero el Dany queda para otra entrada, cuando no tenga novedades que contar y quiera repasar la gente hermosa que he conocido en esta nueva época.

Tocamos hace un rato, La noche del jueves a madrugada del viernes. Vamos algo así como 10 p.m. y en el tugurio estamos nosotros solos y el sonidista. El bolichito no tiene más de 6 o 7 metros de ancho, y unos cuantos de largo. Mesas a los costados (bastante rústicas), barra al fondo y el escenario chiquitísimo entre la barra y las mesas, a un costado. Es la mitad del ya angosto pasillito. Las paredes son de cemento sin mucho arreglo, pintadas muy por gente voluntaria, con dibujos y frases azarosas que buscan profundidad. De las que se escriben pensando "el que lea esto se va a replantear su vida". Yo siempre considero que son partes de canciones.

El Chori y Dany le tienen mucho afecto al Varieté, porque ahi tocaron muchas veces y son amigos de los que organizan las tocadas. Por lo que, buscando tocar ahí antes de fin de año, la única fecha que consiguieron fue hoy, un jueves en época de parciales en las facultades. Así que ahí llegamos, algunos cansados, otros muy cansados. El ajetreo de la semana nos tiene bastante secos, deduzco.

Entra un pibe que me hace acordar a Waldo, un amigo de Río Grande, y Dany nos lo presenta. El flaco, Sebastián, y va a tocar de solista antes que nosotros. Lo saludamos y desaparece en alguno de los pasillos detrás del escenario.

Enchufamos todo, probamos el sonido y zapamos un rato. Sonamos bastante bien, aunque yo no me termine de saber los temas, y Pablito, el baterista, se pierda en los cortes y los silencios. Hacemos covers de bandas de los 60 y los 70. Temas desconocidos de bandas que sacaron sólo un CD, como Huinca. Los muchachos se bajan, y yo me quedo tocando la batería horriblemente, a destiempo y fallando en todos los intentos de parecer un prodigio.

No viene nadie. Emiliano, que de nosotros es el más serio con el tema de la banda, se empieza a inquietar. "Está re muerto" dice, un poco frustrado y un poco a lo ya fue.

Yo comí mucho a la mañana, por lo que estuve toda la tarde en ayuno. Le pido a alguno de los chicos que me acompañe a comprar algo de comer, y Pablito (el batero, para que no tenga que volver a buscar) con su amigo que lo vino a ver con la novia, van conmigo.

En un localcito a una cuadra de casa (el Varieté está a 5) venden comida rápida promocionada en hojas A4 escritas en Calibri. "Superhamburguesa Completa $13". Una ganga para lo que parecía el nombre. La esperamos afuera y nos matamos de risa hablando cosas de pendejos. Escuchamos al amigo de Pablito, que sinceramente no recuerdo el apodo con que lo llamamos, dramatizar al cantante de Hermética cagando. Es una figura muy bizarra, pero suficiente como para hacernos
reír hasta que duela la quijada.

Me pongo a comer, convido y a los chicos les da hambre. Compramos papas entre todos y mientras esperamos cae un patrullero. Hubo uno de esos lapsos extraños, de "qué pasa" y "háganse los boludos" cuando en realidad no estabamos haciendo absolutamente nada fuera de la ley (considerando que la superhamburguesa no era un atentado a la salud pública).

Los policías se bajan y entran en el sucucho a comprar comida. Terminamos las papas y ellos se van justo cuando acabamos. Jugando, nuestro compañero con la novia chocan a un covani (como insistía en llamarlos) y uno de los policías dice, pasandonos, "y... el amor es así". Me sorprendí de la buena fe. Arrancamos de vuelta al Varieté.

Sale Emiliano, el bajista, y nos dice: "Esta re muerto adentro" medio riendose, medio decepcionado. Las últimas fechas siempre algo lo hace sentir mal o desconforme. Sus proyectos son otros. Ya adentro tomamos un poco de vino, y empezamos a escuchar a Sebastián, que canta sólo con su guitarra. Al principio desconfié un poco, pero a medida que lo escuchaba, me sorprendí. El flaco canta muy afinado, y la guitarra suena muy prolija. Es un músico muy bueno.
Lo aplaudimos los 6 o 7 que lo escuchamos. Se rie y está dentro de todo tranquilo. "Tengo un grupo de amigos que tocamos donde podemos, haya gente o no" dice riendose. Dany, cálido y atolondrado como es, le dice "Bueno, ¡ahora habemos! ¡te estamos escuchando acá!". El flaco se rie y sigue tocando una música muy Radiohead voladora. Todos los temas, me entero después, los compuso él.

Termina de tocar y en un segundo hay gente. Unos cuantos borrachines gritones, de rostros endurecidos pero con ganas de ponerle garra a los primeros que se ofrezcan a utilizar un escenario, poblan las mesitas contra las paredes. Uno en particular, risueño y treintón, vestido con toda ropa adidas desgastada, se para sólo frente a Sebastián y sigue el ritmo con el dedo. Le sonríe y le grita algo sobre "que toque una de Pappo". Seba no entiende, y termina de tocar.
Pasa un rato, lo felicitamos porque tocó muy bien, y ocupamos nuestros puestos.

De repente el publico grita y más que animarnos nos asusta un poco: algunos parecen más que amigables. No se ve nada desde la silla donde toco el teclado. Un reflector enorme me da de frente y no me deja ver al público. No sé si hay muchos, pocos, o si todavía estoy en el Varieté y no me transporté a ningún otro universo.

Comenzamos a tocar. "El tema de Aquelarre" susurran. Nunca reconocí los temas por el nombre, Dany me los dio en un CD de audio por lo que están distinguidos más que por el 01, 02 o 03. él escucha todo en una de esas radios con manijita, las que no reconocen CD con mp3. Arrancan y reconozco los primeros compases y comienzo a tocar con ellos. Sonamos bien.

Se escucha un loco que grita desquiciado y ronco. "¡QUIERO ROOOOOOOOCK!" escupe el amigo. Da pasos cortos y secos, con las patas cruzadas. Es un pelado con lentes y una campera de cuero que lo hace parecer lomudo. Todo cambia cuando se le ven dos piernas muy angostas y un cuerpo que parece estar por desaparecer. Está durísimo.

Tocamos uno, dos, tres temas, y aparecen mujeres desde la misma nada. Caen al Varieté algo así como a las 2 de la mañana. Gente que entra y nos ve: Un hombre en sus pasados 50, vistiendo una boina con un pin de Los Beatles, un flaco con rastas hasta los homóplatos (el Chori), otro con una cara tremenda de turco enroscado con el bajo (Emi), un baterista petiso con una campera de jean emparchada con "Horcas" "Hermética" "Sepultura" y otros avalorios de metalero cabeza (Pablito) y yo, con una remera negra manga corta, la melena recogida muy desprolija y un par de lentes más nerds de lo que me gustaría. Los cinco tocando rock de los 60' al estilo Pescado Rabioso, de Spinetta. Un show.

El pelado comienza a acercarse y a gritar pegado al escenario, sólo. Le pone onda el pelado, pero como pasa con los dados vuelta: se pone pesado. Después de interrumpirnos un montón de veces, se sube "a cantar" en medio de un tema. Creo que cantaba algo de Almafuerte, si no me equivoco. Dany hizo un gesto de "paremos, chicos" pero nosotros seguimos sin ni siquiera bajar el ritmo.

Si estábamos arriba era para tocar.

Debajo del Brazo.

-Aquí vemos un cuadro de Galskenoski, llamado "El Triunfo".- dijo solemne pero insípido el guía del museo de Louvre. Llevábamos una semana en París, Estela y yo, y todavía no habíamos conocido el museo. Decepcionados por el tamaño de la Mona Lisa (70 cm de alto y 50 de ancho, aproximadamente) veníamos renegando en voz baja, para que no nos escuche nadie del grupo: Ni los japoneses, ni los demás.
El cuadro que veíamos ahora era inmenso. En altura ocupaba prácticamente la pared entera. Era un hombre en cuclillas y de gesto muy dolido, pero solemne. Estaba en el exacto centro de una pequeña cabaña de la época (algo así como del siglo XVIII) y miraba con ternura un retrato de un anciano en la pared.
-El autor de esta obra buscó plasmar la sensación gloriosa de aquél que honra a su padre. Aquí, un alfarero que conserva su trabajo artesanal más allá de la Revolución Industrial, mantiene una suerte de "diálogo" con su difunto padre-
¿De dónde habrá sacado eso? el viejo del cuadro ni siquiera es similar al muchacho que lo está mirando. Dos japoneses abren los ojos tanto cuanto pueden, que no es mucho. El hombre, con una visera como las de los crupieres de los casinos de los 50', levanta una Nikon muy pesada, y saca una foto solitaria. Algo del cuadro no me cierra.
El guía continúa el recorrido y la masa de turistas de gorritos graciosos van tras él. Yo y Estela nos quedamos mirando el cuadro.
-Algo no me cierra- dice en un susurro -El viejo tiene la cara muy diferente a la del pibe- La telepatía la teníamos desde antes de casarnos.
-Si, encima, el flaco está sufriendo. Es como un "Lo pude hacer además de..." el tema es "además de qué"- dije. El guía siguió su camino y su voz se perdió al doblar una esquina.
-¿Qué es eso? - señaló Estela - Eso, eso blanco abajo del brazo del padre.
-¿No es un bastón? Sino es el apoya brazos de un sillón. - reduje las posibilidades. Tenía esa seguridad de que ni yo ni Estela descubririamos algo que nadie haya visto.
-No... parece un... ¿animal? - dijo sorprendida - ¡Parece un Ganso! - Al caer en cuenta, miré fijamente al bichajo emplumado mirando malicioso a través del retrato dentro del cuadro.
Él ave tenía algo que ver con su penuria, y Estela y yo ibamos a averiguar qué era.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Trabajar.

-No me gustan las cosas de algarrobo - me dijo. Él siempre tan exquisito. Miró el mueble con desdén, como si le cayera muy mal, y giró hacia mi.
-No compres ni un solo mueble más sin avisarme - Su voz era insoportable. Caminaba a duras zancadas y movía el cuello al compás. Olía todo sin tocarlo, como si le diera asco. Yo lo miraba desde arriba, ya harto de él. Al principio me sorprendía y me encantaba. Era algo nuevo para mí. Pero el tiempo es tirano y ahora lo miro como para ahorcarlo. Quebrarle el cuello, un ¡crac! y listo.
-No sé por qué metés el pico donde nadie te llama. Estoy harta de que te quejés de todo - le dije rabiosa. Volteó la cabeza, y me miró inexpresivo. Procesaba qué decirme sin empeorarme, aunque ya estaba decidida a escupir todo lo que pensaba.
-No se de qué te sirve enojarte. Estoy acá para hacerte feliz -
-Bueno, no me hacés feliz. Sos interesante, sos audaz y lo que quieras, pero en esta casa ya no tenés lugar. O conseguís un trabajo o te vas - Listo, lo dije.
Fue un flechazo a su orgullo. El creía que trabajar era cosa de otra gente, que como él no sabía hacer nada, no tenía que hacer nada. No señor, si va a vivir conmigo, va a tener que ayudar a sostenernos.
No me contestó. Los días siguientes comenzó a hacer llamados y a conectarse muy seguido a internet. No puede costarle tanto teclear. Me da algo de lástima, pero rápido me acuerdo de cómo son las cosas. Que las haga de una vez por todas.
-Poneme nombre, Eu- me dijo. - Me ofrecieron un trabajo en un blog, como modelo de cara. Necesito un nombre que sea llamativo.
No me gustaba la idea de reducirlo a una palabra. Pero creo que, a este ganso que no lo es , su nombre lo hará Libre.