domingo, 4 de marzo de 2012

Quizás la Banca.

Se hartó. Apoyó el secador contra la pared, tiró el balde bajo la pileta de la cocina y apagó la radio. La casa estaba impecable. Sólo la casa: sus pelos revueltos, cara cansada, manos ásperas como la lavandina y los pies con los dedos achicharrados.
"¡Basta de lo repetitivo, de lo rutinario. Basta de todo esto!" iba maquinando, pensando una y mil veces para que la idea quede en su cabeza. Ya nadie puede decirle qué hacer y dejar de hacer, las épocas cambian. No está en el medioevo, ni en el imperio Romano. Está acá, hoy. Se saca los guantes amarillos de un tirón. Mira la esponja de metal. Está sobre la mesa. Se acerca a dejarla en la cocina, pero se congela: "¡No!¿Por qué tiene que estar en la cocina? A mi me gusta ahí" se convence.
Se mete a bañar rápido, se viste. Toma la llave, el celular y sale a la calle. "Nacimos para más que ser rutina" insiste "para más que limpiar algo que va a ensuciarse después" y su humor empeoraba. Todos los peatones eran irritantes, el día siempre estaba feo, los choferes siempre te tiraban el auto encima. El quiosquero "no tenía monedas" y con un perdón le adosó casi medio kilo de gomitas de eucaliptus. Odiaba las gomitas de eucaliptus. Se sienta en una plaza, en un banquito verde, con la resignación saludando desde cada poro de su rostro. Un hombre viejo se sienta junto y saluda. "Ahora hablaremos sobre el clima, sobre política, quizás algo de música. Después alguno se tendrá que ir y todos volveremos a nuestro hogar".
-Hace 13 años que mi mujer no está conmigo. He criado a mis hijos con mucho esfuerzo. Creo que son buenos chicos. Todos los días algo me hace recordarla, desde los azulejos de nuestra casa que ella seleccionó, hasta el olor a canela de los sahumerios que los niños siempre prenden para ella. Tengo que entrar a trabajar en un rato. A trabajar felizmente porque cuando sea de noche, cuando la casa esté iluminada por la lámpara de piso, todo lo que hice en el día habrá sido para ellos. Y voy a estar feliz, lejos de los pensamientos derrotistas.-
Era una situación confusa, quería decirle algo, pero no sabía bien qué. Oscilaba entre el entendimiento y el "no me importa". El hombre sonrió, se levantó y se despidió.
"Todo lo que hice en el día habrá sido para ellos" dijo. Aún sentado en la banca, pensó y repensó la frase. Buscó el teléfono, hace mucho que no ve a sus padres.

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