miércoles, 9 de noviembre de 2011

Trabajar.

-No me gustan las cosas de algarrobo - me dijo. Él siempre tan exquisito. Miró el mueble con desdén, como si le cayera muy mal, y giró hacia mi.
-No compres ni un solo mueble más sin avisarme - Su voz era insoportable. Caminaba a duras zancadas y movía el cuello al compás. Olía todo sin tocarlo, como si le diera asco. Yo lo miraba desde arriba, ya harto de él. Al principio me sorprendía y me encantaba. Era algo nuevo para mí. Pero el tiempo es tirano y ahora lo miro como para ahorcarlo. Quebrarle el cuello, un ¡crac! y listo.
-No sé por qué metés el pico donde nadie te llama. Estoy harta de que te quejés de todo - le dije rabiosa. Volteó la cabeza, y me miró inexpresivo. Procesaba qué decirme sin empeorarme, aunque ya estaba decidida a escupir todo lo que pensaba.
-No se de qué te sirve enojarte. Estoy acá para hacerte feliz -
-Bueno, no me hacés feliz. Sos interesante, sos audaz y lo que quieras, pero en esta casa ya no tenés lugar. O conseguís un trabajo o te vas - Listo, lo dije.
Fue un flechazo a su orgullo. El creía que trabajar era cosa de otra gente, que como él no sabía hacer nada, no tenía que hacer nada. No señor, si va a vivir conmigo, va a tener que ayudar a sostenernos.
No me contestó. Los días siguientes comenzó a hacer llamados y a conectarse muy seguido a internet. No puede costarle tanto teclear. Me da algo de lástima, pero rápido me acuerdo de cómo son las cosas. Que las haga de una vez por todas.
-Poneme nombre, Eu- me dijo. - Me ofrecieron un trabajo en un blog, como modelo de cara. Necesito un nombre que sea llamativo.
No me gustaba la idea de reducirlo a una palabra. Pero creo que, a este ganso que no lo es , su nombre lo hará Libre.

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