domingo, 13 de noviembre de 2011

No Siempre está en el Norte - Completo (2da Versión)

-Eu - Julián miraba fijo a través del umbral de la cocina.
-Eeeu - Los ojos de ella entornados, nerviosos, como diciendo "¡escuchalo, reaccioná!"
-¡Shul! ¡Julián! Se hierve el agua, boludín - Dijo Oscarcito, mientras le pegaba en el brazo.
-Dale, colgado, que el mate hervido es de cholo - siempre decía eso, el cholo Oscarcito. El ambiente se relajó cuando el flaco alto y sombrío, que solíamos llamar Julián o Shul, desaplastó el traste del banquito plástico y se acercó a la hornalla para apagarla.
La de los ojos era Natalia. Una mujer a menor escala, perfectamente proporcionada. Era bellísima. Se vestía con ropa que le quedaba grande y aún así revolucionaba a los muchachos que la miraban desde lejos. Pelo cobrizo ondulado que le caía por debajo de los hombros. Siempre con una taza de café o con un aroma muy fuerte a él. Nunca supimos qué era de la familia, aunque la versión oficial era que era la prima de Julián. Bueno, no, Natalia para más tarde.
Shul era un perchero. Un flaco con voz grave, alto, con el pelo lacio y castaño a lo calculín. Un metalero con olor a placard. Un tipo brillante en lo que quería. Nuestro amigo desde siempre. Era medio cursi, pero si por su cara fuera, nunca nos hubiéramos dado cuenta.
Ese silencio catatónico pasó sin penas ni glorias en la mesa de su casa, esa tarde de martes. En cuanto a los “primos” pasaba algo muy particular: podíamos molestarla a ella, podíamos molestarlo a él, pero no podíamos mencionar su relación. Hacerlo era algo totalmente peligroso. Digamos que el puente entre ellos era de papel de servilleta. Directamente evitábamos todo lo que tuviera que ver con charlar de su parentesco.
Hacía poco que Shul se había vuelto desde El Norte.
De una manera u otra, irse Al Norte para nosotros, los Del Sur, era una especie de obligación. Es un acto de valía, de crecimiento. En las tribus Onas a los niños no les ponían nombre hasta que podían cazar por sí mismos. A nosotros nos mandan a estudiar a otro lugar del país. A otro mundo mal fotocopiado del nuestro, a masticar una carrera y toneladas de apuntes. El nombre nos los ponen para el DNI y para que nos molesten las maestras por distraernos en clase.
Julián se fue a estudiar traductorado de inglés. Le gustaba la música y las películas en el idioma. Más que eso nunca manifestó ningún interés. Nunca lo escuchamos hablar o cantar en inglés. Pero bueno… Si le gusta.
-Gracias – le recibí el mate
-Qué, ¿no querés más?- me dijo, serio
-¿Por? ¡Sí, si es mi primer mate!- con lo que había esperado para mi turno de sorber, era la respuesta menos reaccionaria que se me ocurrió.
-Si decís “Gracias” significa que no querés más- me dijo. Eso lo aprendió Allá. Tomó muchas costumbres. Se tiñó un poco de ese Norte tan lejano, tan pegajoso y lleno de gente que nos imaginamos. El Norte del que habla el noticiero, donde los famosos caminan por la calle. Donde los grandes escritores están en bares, o te los cruzás en supermercados. Ese lugar tan remoto.
Pero acá está, sentado con nosotros, tomando eso que antes no tomaba. Caliente pero no hervido, muy bien preparado y en una calabaza muy rústica. Natalia está en el living. Ellos viven en un departamento de esos monoblock que entrega el Estado. Son todos iguales y a la vez tan diferentes como las mismas familias que los habitan.
Su pieza tenía las paredes color celeste muy claro, casi blanco, pintadas desprolijamente por decenas de artistas desastrosos pero con coraje: aquellos que nos animamos a pedirle un fibrón y un “¿Puedo escribir acá?”. Un foquito colgando de varios cables envueltos en cinta de aislar.
-Sí, pero sin nada muy desubicado, que mi vieja lo lee- Nos decía Shul en voz baja. Mabel: Una mujer bajita y de mejillas coloradas. Vestía de pantalón de vestir y ropa con tela áspera. Era amorosa como ninguna. Ella no nos juzgaba y sus comentarios siempre nos salvaban en los dilemas. Era de las viejas que cuando estabas por mandar todo al tacho, te decía cosas como “No creas que los tipos que lograron cosas nunca dudaron. Si una cosa no parece ridícula al principio, entonces seguro no vale la pena. Lo dijo Einstein, y todos sabemos cómo le fue, ¿no cierto?” Siempre fuimos sus hijos adoptivos.
Natalia puso la cafetera de filtro a trabajar mientras charlábamos.
-Che… ¿y qué onda allá? ¿Te gustaba? – pregunté a Shul. No sorprendí a nadie pero el silencio se volvía incómodo
-Está bueno. Tenés que aprender a manejarte sólo. Nadie te plancha, nadie te paga las cuentas. Nadie te obliga a estudiar, es todo un tema. Igual, lo que más me dolió fue no comer más comida casera. Eso sí que hace mal, chabón. Se extraña y se dejan muchas cosas.
De reojo, la miro a Natalia. El último comentario le relaja las mejillas. Parece sonreír.
-Bueno, gente estándar, ya tengo mi café. Duermo a la nena y me voy a dormir yo. Los dejo para que hablen cosas de machitos – nos dice la mujercita.
–Chau, nos vemos – Decimos nosotros, sin demasiado espamento. Julián en silencio nos mantenía mansos con ella. No sabemos cómo lo hacía, pero era efectivo. Lo aceptábamos y todo.
- Chau- dice Julián. Le cuesta encontrar su cachete a la hora de darle el beso de despedida. Se hace una especie de baile raro y rápido. Se va ella sin mirarlo.
-Y… ¿Cuándo te diste cuenta que querías volver? – preguntó el Cholo, pasado un rato de charlar boludeces.
- Se complicó todo… Algunos profesores me tenían cruzado, no me querían aprobar. Las responsabilidades se pusieron muy pesadas. No sé, todo muy para atrás. Además, mi vieja no anda muy bien de salud. Un montón de cosas que se juntaron. No quería estar lejos, que se yo.
-Pero cuando viniste en invierno estabas re contento. No querías volverte ni comentaste que te pasaba eso… - fue bajando el volumen, cuando yo le clavé la mirada fijo. “Calláte” le dije sin decir palabra.
-No, bueno, qué se yo… todavía no me había pasado algo groso. Algo que me diga “Listo, me vuelvo”. Creo, si, bueno, eso- Tartamudeó.
Se escucha un llanto amortiguado por una puerta. Helenita, la hija de Natalia. Una beba hermosa, tiene meses nomás y ya sonríe como la madre. Ya brotan algunos mechones de un castaño oscuro lacio y brillante en su cabecita. Con Julián tiene un trato muy cercano. Él le está intentando de enseñar a hablar, la pavea para que camine y haga gestos. A veces ella llora para pasar de brazos ajenos a los suyos. “Es una luz la Jelen” dice Oscarcito cuando la ve jugar. Lo que en la calle parecen un grupo de pibes con poco futuro, escandalosos y que se matan a palos en pogos “violentos”, en los ojos de la beba son un par de zonzos con los que matarse de risa. Le hacemos caras, cosquillas y le hablamos con voces chistosas. Somos como los tíos jóvenes y divertidos que yo veía en los míos. De a ratos me gusta imaginarla ya de grande, verla crecer, sentarse a charlar con nosotros, a tomar mate. Verla irse Al Norte…
-Menos mal que estabas cuando Natalia se enteró lo de Helena – Soltó el Cholo. Silencio entre los tres. Shul gira el mate, fingiendo leer lo que tiene escrito
-¿San Juan? ¿Estuviste en San Juan? ¿Cuándo? – Me pregunta.
– ¡Me fui para conocer el invierno pasado! ¿No te acordás que no estuve la primera semana que viniste? - me mira extrañado, Julián: no se acuerda.
-¡Como se va a acordar, si estaba encerrado en esta casa! Estuvo casi todas las vacaciones sin juntarse con nosotros – reprochó divertido el que no entendía las cosas.
-Estaba a full con un trabajo de Literatura Inglesa – dijo con voz de ultratumba el flaco, excusándose.
-Daaaaleeee, ¡no te hagás! Somos pocos y nos conocemos mucho: no cambiarías una tarde con los chicos para quedarte haciendo un trabajo- Oscarcito la estaba poniendo re difícil. Yo ya me venía poniendo nervioso.
- No… pero esta vez era pesado. Era una de las materias anuales y si no la sacaba me iba a trabar todas las materias anteriores- Sonaba tan a traga. No era él.
-¡No jodas! Te llevaste nueve materias en el último año. ¡Nueve! ¡Nain! – Mostrando las palmas y sólo doblando un pulgar – ¡Y “te trababa” toda la facultad! Fuiste a ver a La Vela Puerca al Margalot, ¡Y ni siquiera te gusta! – carcajeó nuestro amigo, ya un poco colorado por el volumen.
-¡Chhhhhhhhssssssssst! – escuchamos desde la habitación de Natalia. La conversación siguió en susurros. Yo ya tenía esperanzas de que termine.
- ¡Vos sabés que me quería levantar a Romi! – dijo Shul bajito, como retándolo.
-Dejá de mentir, si no te gustó nunca. Las minas que te gustaban nunca les hablabas en público, y por msn o a solas te ponías como un flan. Lo último que te falta, querer mentirme a mí- se estaba poniendo un poco pedante, pero no se equivocaba en lo absoluto.
-Ah, sí, mirá vos. Ahora me tengo que aguantar que me tratés de cagón- dijo Shul perdiendo un poco la serenidad. Estaba nervioso. Casi como yo.
- ¡Todos somos cagones nosotros! Vos no lo aceptás, que es distinto- “Bueno, cortenlá” quise decir, pero no podía.
-¿No lo acepto? ¿Y cuando les dije que no me animaba a darle un beso a Mica? Lo dije en frente de todos, y estábamos sobrios. Si eso no es admitirlo, no sé de qué me estás hablando- Cuantos recuerdos me agarraron repentinos. Dos meses remó a Mica. La conoció en una clase de inglés, y ella estaba enamoradísima de él. Lo seguía a todos lados, y le mandaba mensajes y hasta lo llamaba. Yo mantengo firme lo que comenté con los chicos: para mí que cuando le dan bola, cuando las pibas se manifiestan, el pierde el interés.
-Tenías 15 años, chabón. ¿Me vas a decir que no mariconeaste con una mina desde los 15 años? Con las chicas con las que nos juntábamos siempre no apareciste más, no te vemos hablando con ninguna mina en la calle. Con la única mina de nuestra edad con la que hablás es con Natalia- Silencio.
-Chicos, mañana me tengo que levantar temprano a ayudar a mi vieja con un estante en living. Ni bien termino les mando un mensaje y vamos por ahí, ¿les parece?- dijo Shul, dejando de susurrar.
-Dale – dije yo, apurado juntando mis cosas. Oscarcito se quedó atónito, no entendía nada. –Acompañame hasta la parada del cole- le dije, lo agarré del brazo y salimos.
Mientras íbamos caminando, Oscarcito comenzó a repetir la discusión.
-Qué se hace el que no lo conocemos, el boludo este. 8 años que andamos dando vueltas, que nos cuenta sus cosas.- Me río.
-¿De qué te reís? – me arrebató el Cholo, ya un poco desorbitado por el calor de la pelea.
- “Las responsabilidades se pusieron muy pesadas”, “No tenía algo groso para decir Listo, me vuelvo” ¿No te dice nada? –
-Sí, que Julián es un tarado –
Algún día se dará cuenta sólo. Seguro que pronto se entera por qué Shul lo abandonó el invierno pasado. También pensará desde cuando leé los mates y se interesa por cuyo. Dentro de poco, no mucho, va a preguntarse si la abuela de Helenita de verdad anda, o no, tan mal de salud. Razonará qué es lo que para Shul, esta vez, no estaba en El Norte.-

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