domingo, 6 de mayo de 2012

Tríada Malhechora

Son dos voces las que oigo.
Una es la dulce, la que me dice que es preciso detenerse y razonar. Que la vida vale más que mil palabras y que la última de todas nunca va a ser mejor que la primera. Que me relaje, que observe soñoliento la vida pasar, y que ni siquiera en las últimas pestañas del sol encuentre un apuro. Pero la otra es más fuerte, pero más suave.
La otra me dice que mis ojos están cerrados. Se pregunta sin creerlo por qué aún no soy un ave. Por qué, se preguntará la voz fuerte, por qué el mundo sigue tranquilo sin mi voluntad volcada del vaso. Me increpa. Me dice que la otra voz es falible, que la otra voz no entiende de razones y que nunca ha logrado nada. Ninguna de las dos lo ha hecho: la única que logra cosas es mi voluntad.
Ah! cómo se pelean por mi voluntad las voces. Cómo me quieren convencer a mí, intermediario entre las tres, para poner a trabajar a mi voluntad. Ella, motor tranquilo y expectante de mí. Y yo, tan indeciso, no escuchando a nadie y tapando mis oídos con música y voces de otras personas. Oscureciendo mi vista con voluntades ajenas brillantes, hasta relampagueantes.
Y yo a quién le voy a explicar lo de mis voces. Si la locura hoy no se entiende, y la coherencia se esquiva, quién va a entender que no soy yo ni ello, sino una linea recta entre dos objetos que se odian, y otro que no entiende su papel en todo eso? A quién le cuento que necesito saber cómo saber, y que no puedo actuar si no sé para donde actuar? Intento, pero nunca funciona. La gente le tiene miedo a lo desconocido. La gente grande, porque los niños a lo único que temen es a los miedos que les inyectan. Los niños son curiosos porque son recipientes puros de bravura vulnerable. Se enfrentarían al mismo dios si no les dijeran que no pueden contra él. Y cuánto podrían, si los imbéciles de los adultos nos calláramos!. Cuánto podría un niño si un adulto no tuviera que meterse en su camino, con sus mil frustraciones y peleas, para arruinarlo. Y así fabricamos más destruyedioses.
Pero así es la vida. Así, escrita. Donde no hay más que hablar de lo que ya se ha hablado, y las voces que siguen peleandosé por mi voluntad, mermada esta última por la necesidad de escribir.

Y las letras escritas como mi mensaje indirecto a las voces para decirles que se callen porque, con tanto ruido, no se puede ser niño.

1 comentario:

  1. Hermosa!!!
    Has dado en la tecla, porque dejar de ser un niño?
    con sus cualidades su frescura.....
    Los años solo te pueden envejecer...pero la creatividad, el arrojo y la franqueza no hay porque perderla.

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