lunes, 30 de julio de 2012

Lo Más Parecido

   Poblado bigote de cerda gruesa el del viejo. Cuando se reía la mostaza volaba como proyectiles ebrios que caían por todo el mantel. El viejo insistía con que el era el hijo de Solano López. Así eran los comensales de esa primera cena.
   Yo, recostado contra la silla acolchada, los miraba fingiendo normalidad. Era un circo y yo era un escribano amargado entre todos ellos. Yo y Alejandra. Ella pertenecía a la casa desde su nacimiento, pero estaba tan desorientada como yo: veía volar sobrinos, comida, oía el griterío y se resignaba a encogerse y cerrar con fuerza los ojos cuando un vaso reventaba en mil insultos.
   -¡Ah no! ¡Te metiste con la peor!- bromeaba su madre - Es calladita ahora, si... pero ¡sabés qué! desordenale los libros, tocale la compu y sabés el revoleo que arma. Parece que Bin Laden le puso una bomba en el monitor- Si a mí me van a llenar la computadora de accesos directos y barras de búsqueda en el explorador, prefiero antes que le pongan una bomba y me ahorren el sufrimiento. Me limité a asentir y mirarla a ella. Ese odio hermoso que les tenía, que nos hacía tan parecidos. No soportar a nuestros padres con el ombligo sobresaliendo de la camisa desabrochada en una panza como un mundo, los hermanos torbellino molestando con sus atenciones y sus peleitas. Todo eso nos unía; eso, y las peliculas de bajo presupuesto.
   Pasó la tarde en una casa que se estremecía bajo el cacareo de una viejas charlatanas. Risas de pucho y alguna de whisky. Nos subimos al auto para volver unos cuantos kilómetros. Cuando chasquean los cinturones me mira a los ojos a través de sus lentes enormes.

  - Gracias por acompañarme, boludo.

Y eso es lo más parecido al amor que viví.

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