Sin rodeos: me ausenté. Hace ya meses que no limpio el polvo de por
acá. Comencé a escribir unas cuantas veces, pero a la mitad algo me
distraía del tirón, y el texto quedaba agónico y vacío. Pero esta noche
de domingo les tengo que contar algo.
¿Vieron esas cosas que
nos pasan, que mientras pasan uno acciona y reacciona sin pensar
demasiado y cuando terminan siente que nunca las vivió, o que las vió en
una película? fue algo así, pero muy intenso.
Comenzó la
primavera. Ya está repleto de mosquitos, los amigos distraídos aparecen
con las narices y los cachetes colorados y las pecas alborotadas. Mi
vida cambia solamente en la energía y el buen humor inevitable de los
días soleados. Así estaba todo ese día. Venía caminando cerca de la
facultad con un gran amigo, de esos que son más que mates y salidas. La
charla rotaba en uno de mis interminables monólogos sobre cómo deberían
ser la felicidad. Estaba compenetrado, ponía cada una de mis fibras
musculares en sonar convincente. Hasta abría los ojos cuando decía algo
sorprendente. Y así, en esa charla desiquilibrada, entramos a mi
facultad y fuimos al buffet.
Tiramos nuestras pertenencias
sobre la mesa marcando territorio. Mi amigo se sentó a la mesa, tomé su
orden y me dirigí a la barra. Entre tanto saludo con conocidos y
amistades, una figura (llamada persona) entraba en la habitación de vez
en cuando, buscando mesas, midiendo el tiempo que tardarían en llevarse
el alfajor y el café en función de los ya esperadores. Ninguna persona
bastaba más de un relojeo para distinguirla: la conocía, no la conocía.
Pero en eso, aparece este ser.
Para entender todo el
fenómeno, me parece indispensable comenzar desde lo más elemental hasta
lo más complejo. Era un humano. Hembra: Mujer. Su contextura física no
enmarcaba nada extraño. No tenía ninguna particularidad visual que
llamase la atención, y su actitud no se diferenciaba perceptiblemente de
ninguna otra mujer del salón. Y aquí comienza lo extraño. Lo enuncio:
*El papel indicando mi turno para ser atendido se volvió un objeto sin sentido.
*Aquellas personas que se encontraban entre yo y esta presencia, eran
obstáculos. Mi visión los convirtió de seres dotados de pensamiento, a
bultos animados que bloqueaban mi vista.
*Una especie de
membrana invisible se formó alrededor de mis pensamientos más
ingeniosos. Todo el brotar creativo se vió limitado a una película de
colores saturados, en la que la única escena era yo, y el ser, unidos de
diferentes maneras. Desde caminando por la facultad, hasta enredados en
el piso de mi departamento.
*Un inmediato olvido de todo aquello que tenía que adquirir para mi amigo.
*Un inmediato olvido de la existencia de dicho amigo.
Codeé a un conocido que tenía cerca, y le pregunte por el sujeto hembra.
Me dijo su nombre, y lo expongo aquí como el primer paso de esta investigación: se llama Romina.
Seguiré actualizando el blog con posteriores encuentros.